miércoles, 29 de septiembre de 2010

Crónicas tocopillanas, parte I

Definitivamente tengo que dejar esta MOLESTA costumbre de empezar a escribir algo un día y publicarlo tres semanas después. Y por cierto, ¿por qué carajos los colores de la letra no se publican? Demonios.

Hace aproximadamente dos semanas, fue el aniversario de Tocopilla, el pequeño pueblo donde vine a parar un tiempo atrás; aproximadamente 4 años que se me han hecho tremendamente cortos. Todos los años se hace una pequeña - acá, grande - celebración el día antes para esperar hasta las doce. Ayer se organizó en el diamante de Béisbol (sí, se juega mucho béisbol) y debo decir que, como la mayoría de las veces, no esperaba mucho, pero superó mis expectativas y terminé pasándolo la raja. Tocó el Orfeón de mi colegio, una agrupación del Liceo Politécnico, e incluso vinieron los mismísimos Jaivas al evento (Ese miniconcierto fue una de las mejores experiencias melómanas de toda mi vida, fue simplemente LA RAJA... y fue bastante especial, pero no entraré en detalles acá).
Se nota que la gente quiere mucho a su pueblo, por chico y sucio que sea. Y lo entiendo: Es imposible no agarrarle cariño. Las cosas más divertidas e insólitas de mi vida las he vivido acá en Tocopilla, y encontré amistad, amor, y a mí misma; creo que me fue necesario para madurar, y que es algo que no habría podido hacer si me hubiera quedado en mi antigua ciudad.
Debo aclarar, antes que todo y para los que no sepan, que soy oriunda de Concepción. Cuando me dijeron por primera vez que me vendría a vivir aquí a Tocopilla, no le di gran importancia. Imaginé un lugar tranquilo con árboles, vacas y pasto en el que viviría con mi mamá y mi papá (solía vivir en una casa con mi abuela, mis dos padres, mi tía y mis tres primos). Pero nada de eso.
Mis esperanzas se fueron desvaneciendo cuando mi papá me explicó que Tocopilla era un diminuto puerto minero enclavado en el desierto de Atacama. Para una persona acostumbrada a los bosques, los árboles y el pasto del sur, esto era un cambio radical. Así empezó un laaargo viaje que terminó en un pseudo-desencanto al llegar al pequeño pueblo. No había árbol alguno, ni pasto, ni muuucho menos vaquitas (hasta el día de hoy varios amigos me han dicho que jamás han visto un caballo en vivo). Era sólo, a mis ojos, un montón de casas llenas de polvo, entre unas montañas increíblemente altas y un mar sin fin, paisaje tristemente opacado por dos grandes chimeneas: La termoeléctrica.

Algo así es lo que veo todos los días, justo al lado de mi colegio.

La llegada a Tocopilla se me hizo difícil. A mis 11 años yo era una persona espantosamente poco sociable, y a los pocos amigos que tenía en Concepción ya no podría verlos (para los que no sepan, Tocopilla y Concepción están a varias horas de viaje, estimo unos dos días en auto. Búsquense un mapa). Pero mi madre estaba mucho peor, en una depresión tremenda, así que me tragué mis desengaños y desencantos.
Mi entrada al colegio fue también bastante desalentadora. Mi viejo me había asegurado que sí, que me recibirían bien, que el coordinador lo tenía todo arreglado, que el Sagrada Familia era lo mejor, que colegio marista no falla (Permítanme usar un "XD" para esta oración) ... desde el principio me debí haber dado cuenta que no sería así. Las niñas que supuestamente iban a ayudarme a integrarme al curso jamás lo hicieron: Yo, simplemente, era demasiado loser para ellas. Pero bueno... yo también estaba tan cerrada en mi propia apatía que poco y nada hacía por intentar tener amigos. Respondía bastante agresivamente a todo intento de cualquier persona por acercarse, y leía en los recreos, sin intentar conversar con nadie.
Pero bueno, en algún momento mis viejos se movieron y se hicieron amigos de una particular familia, cuyo padre era parte de la PDI. Esta familia era muy extravagante; siempre que ibas a su casa habían piñas y cocos en la frutera (sin importar la época del año), tenían cábalas para todo, le ponían nombres a los peces que pescaban y varias cosas como esas. Pero lo más raro era su hijo, un niño de mi edad bastante hiperactivo y algo fallado de la cabeza pero amoroso y jodidamente divertido a morir: le llamaban Memo, y fue el primer "pseudo-amigo" que tuve, en un principio por "obligación" de nuestros padres. Ese cabro logró que yo dejara mi habitual timidez y rechazo con la gente porque, bueno, era imposible no reírse con las estupideces que decía y hacía. (Dudo que llegue a leer esto, pero le quiero mandar un saludo y un gracias). También en su casa se juntaba otra familia que se haría amiga de la mía un tiempo después, que tenían una hija de nuestra edad, llamada Carol. Al principio no nos llevábamos bien, pero luego de unos cuantos acontecimientos que seguro relataré más adelante, terminamos siendo bastante cercanas. Carol era la hija del mayor de carabineros, y aún recuerdo los interminables días de hueveo en la comisaría gracias a ella, donde nos matábamos de risa viendo MTV, subiendo y bajando las escaleras, y lanzando comida a la gente que pasaba desde la azotea. Estos dos personajes eran más o menos lo que le daba sal y pimienta a mi vida en ese entonces, que era bastante simple sin tener mucho que hacer en un pueblo tan chico.
Sin embargo, poco a poco, muuuy lentamente, me fui abriendo y conociendo gente, a pesar de mi cualidad de loser total (que no pensaba dejar). Me conocían en mi curso simplemente como
La Matea. Sin embargo a medida que me fui haciendo más conocidos, ese sobrenombre se fue cambiando lentamente por mi apodo de toda la vida: Miki.
Entretanto, un fatídico día en la casa del Memo, jugando Quake y Doom como siempre y cagándonos de risa con los ojos que saltaban y asustaban a la Carol, se presentó otro peculiar personaje. Algo mayor que yo, también algo otaku (no se consideraba así) y con un extraño aire de frikismo, su nombre era Miguel. Recuerdo que el día que conocí a este niño, estuvimos cerca de 2 horas hablando de juegos y series y viajes y musica anime y cosas así que nos gustaban, y me cayó bien, pero algo me intimidaba y me daba miedo. Los dos éramos muy tímidos así que no nos acercamos mucho esa vez, aparte de que yo seguía asustada de él, razón no conocida... nunca imaginé lo que llegaría a pasar un tiempo después.

A medida que el año 2007 corría yo iba aprendiendo más cosas sobre el pequeño pueblito. Aparentemente comparte el puesto de puerto más contaminado del país junto con Talcahuano (que es precisamente donde yo solía vivir... justo en el límite entre Concepción y ese puerto). La termoeléctrica de la que posteé la foto hace unos párrafos atrás es la principal responsable. En Tocopilla es imposible respirar una bocanada de aire, literalmente. No se puede. El polvo en suspensión y los residuos de petcoke te bloquean la garganta y la nariz. Cuando me di cuenta de esto, me sorprendió. El aire era muy pesado, no puro y fresco como allá en Concepción.
Tampoco hay árboles que purifiquen el aire, el mismo polvo los termina cubriendo, y no sobreviven mucho tiempo. Y tampoco es que haya muchos lugares donde plantarlos... Todo el pueblo está construido sobre roca (no religious pun intended here), roca que es parte de la Cordillera de la Costa. De hecho es una franja de terreno mínima. Pero esa roca ayudó bastante a que la tremenda embarrada que quedó en Noviembre del 2007 no pasara a mayores...

¡Oh, sí, el terremoto! ¡Cómo olvidarlo! Cuando me preguntan sobre eso, digo directamente y sin rodeos, "Fue uno de los días más divertidos de toda mi vida". Fue simplemente sublime, recuerdo casi todo como si hubiera ocurrido ayer (?). Pero para la mayoría de la gente no fue así.
Recuerdo ese día, un Miércoles 14, tercer bloque, séptimo básico, estaba en clase de Naturales. El profe Lau explicaba algo sobre los microbios, y yo dibujaba en la última hoja de mi cuaderno algún digimon espontáneo, cuando escuché el ruido. Me quedé tan campante pensando que debía ser un simple camión. Pero resulta que el camión no pasaba, así que miré por la ventana a ver qué tan grande era.
No había camión.
En ese momento escuché el característico sonido de sillas de colegio cayendo, mesas arrastrándose y demases, pero no me moví. Lau sólo gritó "NO CORRAN!" antes de él mismo salir corriendo, brazos arriba, cómicamente. En ese momento algo en mi cabeza dijo "Salgamos de acá mejor". Fui caminando hacia la puerta y me atoré con la masa de gente que había, pero ellos mismos me empujaron hacia fuera. Corriendo por el patio con la mente en blanco y totalmente autómata, pude ver cómo el polvo se desmoronaba desde los cerros, creando una inmensa nube. Luego, cuando llegué al otro patio, miré la chimenea de la termoeléctrica, que como dije antes, está al lado del colegio. Abundante humo negro manaba de ella. En ese momento me cayó la teja y me dije a mí misma: "Bueno, me voy a morir... pero qué va, no creo que me vaya al infierno".
Al final, no me morí. Bajé de nuevo al mundo cuando la Camila me abrazó gritando y llorando de miedo. Tratando de despabilar, subí la escalera entre el tumulto de gente, mientras mi profesora jefe me gritaba cinematograficamente "CORRE, HIJA, CORRE! CORRE A LA PLAZA QUE ES UN LUGAR SEGURO!"
En el portón me encontré con el Memo y la Carol, y tomaditos de las manos corrimos hasta la plaza entre réplica y réplica. Junto con llegar a la comisaría nos encontramos con la mamá del Memo, que nos hizo compañía un buen rato. Carol se reunió con su padre y madre más rato. Sin embargo, mis viejos no aparecían en ningún lado.
Fuimos todos a la oficina de mi papá. Vacía... ¿dónde se habrían metido todos? Imaginé que mi madre estaría bien en casa y mi padre me andaría buscando. Sólo un ser más me preocupaba. Volvimos a la plaza y nos hicieron subir más hacia los cerros por si acaso llegaba a haber una o dos olas gigantes, aunque aparentemente eran sólo rumores.
Subiendo y conversando con el Memo escuché algo. Me volteé y era mi papá llamándome. Fui a abrazarlo, alegre. Él estaba preocupadísimo pero tenía su usual e impasible cara de totem que utiliza para situaciones de riesgo. Se quedó hablando con mi profesora un rato mientras yo me despedía.
Al llegar a casa mamá fumaba. Mi mamá jamás fuma a menos que esté de veraneo en Viña del Mar o que esté nerviosa. Tras saludarla corrí de inmediato al patio, pero no lo encontré. Nerviosa, entré a la lavandería y miré tras la lavadora. Ahí estaba. Suspiro. Sebas estaba a salvo. Se había escondido allí por el susto y nada grave le había ocurrido. Lo tomé en brazos y él, como todo conejo nervioso, se sacudió un poco. El resto de ese día lo pasé leyendo Papeluchos en el marco de la puerta y comiendo budín de chocolate con nueces, asustada por las réplicas. A eso de las 21:30 llegó la luz, justo cuando empezábamos a encender velitas. Con un "THANK GOD!" me fui a conectar al MSN mientras mucha gente me hablaba preguntándome si estaba bien, y de paso, comentando lo coincidente que era que justo el año que me iba a vivir allí tan lejos, terremoteara, jo jo jo, que qué mala suerte, pero qué bien que todos están bien.... Yo sólo reía pensando en las vueltas que daba la vida. Y muchas otras cosas me deparaban para años siguientes.

Random Quote:

"Lo esencial es invisible a los ojos"

~ El principito

Imagino que la próxima entrada que subiré será la continuación de la Autobiografía Musical, para no tener tantas entradas por partes... bueno. Hasta la próxima! Saludos a la Carol, al Memo, la Yocelyn Aguilera, al Marcelo Miranda, a los Moguris del Final Fantasy IX, al señor Dieter Meyers y a Clementine

~Miki