domingo, 29 de noviembre de 2009

~ Quiltros

Escrito en una hora de aburrimiento en clase. Más que nada ejercicio de redacción. Llevaba demasiado sin escribir nada.

"Era un 8 de Julio de 1945 y un perro quiltro solitario se paseaba por las calles de Valparaíso lamentándose de su suerte.
- Nosotros los quiltros - decía - tenemos que arreglárnoslas con poco. Y esos perros finos y bien peinados de la aristocracia siempre se llevan más comida, nunca pasan frío, ellos siempre son más felices, a pesar de ser unos completos tarados. ¿Por qué pasa esto, digo yo?
Se largó a llover a cántaros sobre el puerto. El desdichado can caminó desganado hasta llegar a un callejón cerrado y se echó bajo los techos. - ¡Sólo esto me venía faltando! - se quejó. - ¡Agua que cae! ¿Por qué pasa esto, digo yo?
Unos ojos luminosos se abrieron en el fondo del callejón. El perro, al verlos, se enderezó alarmado.
- Identifíquese - dijo una voz melosa. El perro no contestó, pero se mantuvo alerta. Hubo un sonido sibilante de latas deslizándose unas en otras y un gato callejero rayado y flacuchento salió de entre las sombras. El quiltro lo miró un momento, asimilando, y se echó a reír.
- ¡Un gatito! - decía, convulsionado por la risa. - ¡Yo que me asusté por un gatito!
- ¿Es usted otro de esos canes retrógradas que se mofan de las especies diferentes a ellos? Creí que el conflicto entre nuestras estirpes era cosa pasada - contestó el gato, con seriedad. El perro al instante dedujo que no era sabio reír ante esas situaciones y aguantándose repuso:
- No, discúlpeme... me dejé llevar... es que... viera mi padre cómo me sobresalté y me daría un buen tarascón en el cuello.
El gato no dijo nada y se sentó. Empezó a acicalarse con cuidado mientras el perro lo observaba. Hubo un largo espacio de silencio.
- Oiga usted... - dijo el perro, intentando emular el lenguaje formal del gato. - ¿Qué opina de esta agua que cae?
Su interlocutor le dio una mirada, sin inmutarse. - ¿La lluvia? Sí, es ligeramente molesta. Hace que tenga que limpiar mi pelaje constantemente.
- ¿Y qué opina de los perros y gatos con dueño que tienen una casa y mucha comida?
Al oír esto, el felino se detuvo y lo miró con una extraña expresión de compasión.
- ¿Les tiene usted envidia a esos individuos?
- Claro - contestó el quiltro. - Ellos no tienen que arreglárselas así como nosotros. Tienen lo que quieren, sin ningún esfuerzo.
El otro animal movió una oreja y entrecerró los ojos en un sospechoso ademán de interés.
- Sígame - dijo, y corrió fuera del callejón. El perro vaciló un segundo, pero lo siguió.

Después de unos largos 15 minutos trotando y subiendo calles inclinadas penosamente, el quiltro y el gato rayado llegaron a una casa. Había un perro negro encadenado a la reja. La casa era de color café oscuro y no se veía muy elegante.
- Buenas tardes - dijo el gato al perro negro.
- Hola - contestó el aludido, con desgano.
- ¿Cómo se encuentra el día de hoy?
- Aburrido.
- ¿Por qué?
- Porque no me puedo mover.
- Desagradable clima, ¿no es así?
- Muy feo.
- Hace bastante frío.
- Mucho.
Todo esto lo decía el perro sin siquiera inmutarse.
- ¿Está su dueño en casa?
- No.
- ¿Dónde se encuentra?
- Salió a un funeral y me dejó cuidando la casa. Si alguien llega a entrar me quedo sin comida.
- Es una pena. Hasta pronto.
- Chao.

El gato se fue seguido por el quiltro. Se detuvieron al poco rato frente a una casa mucho más grande y con un bonito balcón. El gato se coló trepando por un árbol - obviamente el quiltro no podía subir, pero tenía buen oído y lograba escuchar lo que ocurría arriba - y desde una rama larga extendió la pata y tanteó en el vidrio del ventanal del balcón. Un gato blanco se asomó.
- Buenas tardes.
- Buenas tardes - el otro gato le contestó. El quiltro pudo oír que su voz era femenina e intuyó que era hembra.
- ¿Cómo se encuentra el día de hoy?
- Asqueada.
- ¿Por qué?
- Por los nietos de mi dueña. No me dejan en paz. Cada vez que vienen, me tiran el pelo y mi dueña no hace nada.
- Suena muy molesto. ¿Y usted qué hace por evitarlo?
- He intentado defenderme, pero cuando lo hago, mi dueña me pega un escobazo y me grita.
- Suena horrible. Hasta pronto.
- Adiós.

El Quiltro y el gato iban caminando juntos otra vez.
- ¿Falta algún otro lugar donde ir? - preguntó el quiltro.
- Sí.
Llegaron a una casa vieja y abandonada, pero se veía que en su tiempo había sido enorme y elegante. El gato entró seguido del perro, quien iba algo asustado. Llegaron a una pequeña habitación derruida al final de la casa, donde había una pequeña cama para gatos, quemada y carbonizada.
- Esta solía ser mi cama - dijo el gato.
- ¿Vivía aquí?
- Sí. Pertenecía a una familia adinerada. Ellos creían que dándome cosas caras y un montón de comida se podrían ganar mi confianza. Pero no eran buenas personas. No trataban bien a los animales de allá afuera. Y decidí escapar. Así fue como aprendí que no hay tesoro que valga más que la libertad y ahora estoy feliz de ser un gato vagabundo. De no estar a merced de nadie.
El perro se quedó mirando la cama del gato. Salieron en silencio de la casa. La lluvia seguía. El quiltro le agradeció al gato y se fue caminando. Al rato, se echó al lado de la pared de una panadería, aprovechando el calor que venía de adentro.
- Pobres de los colegas de la aristocracia. ¿Por qué pasa esto, digo yo?
Cerró lentamente los ojos y se durmió."

Se aceptan C&C, puteadas y demás cosas...

Random Quote:

"Hay veces en que escribo letras y empiezo a armar melodías en mi cabeza, y pienso 'Wow... esto es mejor que Led Zeppelin'. Luego llego a casa, me pongo a escuchar un disco y digo 'Carajos, era Led Zeppelin'"

~ Axl Rose

Saludos a The Mistress, a Jailbot y a Bob Dylan.

~Miki

martes, 10 de noviembre de 2009

~ La Condesa Sangrienta

Si quieren, pueden considerar esta entrada como un post de noche de brujas bastante atrasado (a pesar de que encuentro que es la celebración más estúpida que existe), más que nada por la extraña historia a la que me voy a referir, pero primero, el por qué:

Esa misma noche de brujas, me junté con unos amigos en la casa de uno de ellos, llamado Jon-kui, descendiente de chinos. Entre el jugoseo, la guerra de caramelos que pronto derivó a guerra de escobas y de guitarras, y ver
Superjail en Youtube perturbando al pobre Jon-kui, terminamos todos sentados en el living escuchando a su hermano Jon-wha contar sus historias. Pasando por los supuestos túneles subterráneos del Cosafa, la leyenda de cómo se fundó este pueblito, la "verdadera" Silent Hill y el Toro de Falaris, mencionó a la Doncella de Hierro, aquel instrumento de tortura que consiste en un ataúd lleno de clavos oxidados por dentro. Mientras Jon-wha mencionaba que este era en realidad el instrumento de tortura más "gentil" a su parecer, yo le pregunté si había oído hablar de Erzsébet Báthory, a.k.a "La Condesa Sangrienta", una extraña mujer húngara del siglo 16. ¿Por qué se ganó ese nombre?
Báthory estaba obsesionada con la belleza y la juventud. En algún momento de su vida, su sirvienta, mientras la peinaba, le tiró desintencionadamente el pelo, con lo que ésta se enfureció y le pegó una cachetada. Unas gotitas de sangre saltaron hasta la mano de la señorita Báthory, quien creyó ver que la piel que había estado en contacto con esa sangre se había rejuvenecido. Se le prendió la ampolleta. "¡Hey, la sangre me hace joven! ¡Entonces mientras más tenga, más tiempo durará mi juventud!"

Según la historia - pues se sabe que esta señora existió y asesinó mucha gente, pero no de qué maneras -, Báthory tenía miles de instrumentos y maneras para torturar a sus víctimas, que eran exclusivamente vírgenes jóvenes y adolescentes. Entre ellas se cuenta una doncella de hierro gigantesca, con la forma de una mujer rubia de largos cabellos, que atraía a las jóvenes hacia sí, para luego abrirse y enterrar un montón de dagas en su víctima. Otro de sus inventos macabros era una jaula esférica, demasiado pequeña para estar de pie pero en la que tampoco se podía estar sentado, llena de objetos cortopunzantes por dentro. Estaba suspendida en dos cuerdas que una de las súbditas de Báthory movía, haciendo que la víctima se cortara. Se supone que Báthory era sadomasoquista y tenía tendencia al lesbianismo, y una vez que obtenía la sangre de sus víctimas, llenaba su bañera con ella y se bañaba por largas horas, esperando sentir los efectos de la eterna juventud.

Tarde o temprano, alguien empezó a sospechar de la señora Báthory y las extrañas desapariciones de jóvenes vírgenes en Hungría, y ya que la ley impedia que la "Señora Infame" como la llamaban, fuera procesada al ser una noble, fue encerrada en su castillo hasta el fin de sus días. Pasó cuatro largos años sin ver la luz hasta que un día la encontraron tendida bocabajo en el piso de una de las habitaciones, muerta. La llevaron a enterrar a Ecsed, al norte de Hungría. Tras esto, todos sus documentos fueron sellados y su nombre fue censurado en el país - fue borrada obligatoriamente de las bocas de las personas, pero no de su memoria.

No tengo nada mejor que decir, así que me desvío a otro instrumento de tortura que mencionó Jon-wha: El Toro de Falaris. Era un toro hecho de bronce, completamente hueco, en el que metían al condenado, y que luego calentaban. La piel del condenado se pegaba al toro tal como si éste fuera un cautín [Nota: Y créanme que quemarse con un cautín es feo, ya me pasó], y la víctima empezaba a derretirse viva. La única manera de respirar era por una especie de trompeta que el toro tenía a la altura de la boca. Al respirar por ese cuerno, el toro emitía un sonido tal como un mugido.

En fin.

Random Quote:

"El toro de bronce... bueno... era un toro de bronce"

~ Jon-wha sobre el Toro de Falaris

Saludos a Ryuu Amakusa, a los Zetas, y a la princesa Daisy, cruelmente opacada por la princesa Peach.

Cheers!

~Miki